Salir al bosque.
Se pregunto: ¿acaso podría un águila caminar por el bosque? No.
Decididamente podría volar y lo intento. Salió a volar.
¿Miedos? ¿Dudas? Si, seguro. Muchas, más. Algunas se atropellaban entre si.
Acomodo su plumaje, busco los colores mas atrevidos, aquellos que otra compañera del bosque le decía que le quedaban bien. Que le harían bien.
Probó diferentes apariencias, afilo sus garras, solo para lucirlas.
¿Miedos? ¿Dudas? Si, seguro. Muchas, más. Algunas se atropellaban entre si.
Acomodo su plumaje, busco los colores mas atrevidos, aquellos que otra compañera del bosque le decía que le quedaban bien. Que le harían bien.
Probó diferentes apariencias, afilo sus garras, solo para lucirlas.
Miro a lo lejos para ver si decidía algún rumbo. No. Parecía todo despejado.
Y voló. Voló.
Había sol. Solo algunas nubes.
Recordó su caminata por el bosque en comunidad. Recordó lo que sintió siendo el águila que estaba dentro de ella.
Sintió que en aquella selva estaba segura.
Estaba llena de sus otros compañeros: otros animales escondidos bajo la apariencia de humanos y otros humanos desconocidos. Ancestrales. Grandes, pequeños, altos, negros, coloridos. Bellos. Jóvenes, ancianos, sabios.
Decidió salir. A otro bosque. Desconocido. Impenetrable.
Siempre volaba. Pero ahora era distinto.
Decidió salir a volar y vio las cosas sacándole el velo de las mentiras que la rodeaban, de los miedos, de las expectativas que la ataban a esa necesidad de búsqueda que solo se encuentra cuando se deja de buscar.
Quería paz.
La paz que da mirar el cielo cuando no acechan las nubes.
La paz de mirar el cielo con nubes oscuras pero sabiendo que el abrigo está cerca, a un largo de tu mano.
La paz de la tibieza de lo querido.
¿Sueños ¿ ¿ deseos? Muchas veces dijo: esto deben quedar d e lado, y así todo lo que ansíes llegara. Eso dicen , pensó.
Salio a volar por el bosque y sintió que los árboles eran mas altos. Que el cielo era más azul.
Voló desnuda. Sin ataduras. Sin cadenas. Libre.
De pronto se miro en el reflejo de un agua cristalina. Se poso al lado del lago escondido entre los árboles y se miro
Reconoció a una mujer bella. Se rió. ¿Bella? ¿Acoso se había vuelto loca volando? Seguramente el mareo de las alturas la había ensoñado y estaba mirando a otra.
No, volvió a mirarse. Esa belleza se parecía a una libertad sin fantasmas que te atan a un árbol, a una estaca puesta en el camino de la vida.
Se sintió libre, esa era la belleza. Y se pregunto muchas cosas.
¿Cuándo dejo de sentirse libre?
¿Dónde había dejado los sueños sin dormir?
¿Cuales eran esos miedos que no le permitían volar?
Y pensó en caminos sin salidas, en laberintos. En círculos que solo te llevan al mismo lugar.
Pensó en cuando perdió las ganas de volar. En cuando la atrapo el miedo.
Silencio.
Una recorrida fugaz por el bosque no era la vida.
Una recorrida audaz era solo eso. Un intento.
Pero el intento como dice Don Juan crea edificios para invitarnos a entrar en ellos y nos da las señales para no perdernos en su interior.
Este era un viaje hacia el encuentro de un espíritu libre.
Solo uno.
Y voló. Voló.
Había sol. Solo algunas nubes.
Recordó su caminata por el bosque en comunidad. Recordó lo que sintió siendo el águila que estaba dentro de ella.
Sintió que en aquella selva estaba segura.
Estaba llena de sus otros compañeros: otros animales escondidos bajo la apariencia de humanos y otros humanos desconocidos. Ancestrales. Grandes, pequeños, altos, negros, coloridos. Bellos. Jóvenes, ancianos, sabios.
Decidió salir. A otro bosque. Desconocido. Impenetrable.
Siempre volaba. Pero ahora era distinto.
Decidió salir a volar y vio las cosas sacándole el velo de las mentiras que la rodeaban, de los miedos, de las expectativas que la ataban a esa necesidad de búsqueda que solo se encuentra cuando se deja de buscar.
Quería paz.
La paz que da mirar el cielo cuando no acechan las nubes.
La paz de mirar el cielo con nubes oscuras pero sabiendo que el abrigo está cerca, a un largo de tu mano.
La paz de la tibieza de lo querido.
¿Sueños ¿ ¿ deseos? Muchas veces dijo: esto deben quedar d e lado, y así todo lo que ansíes llegara. Eso dicen , pensó.
Salio a volar por el bosque y sintió que los árboles eran mas altos. Que el cielo era más azul.
Voló desnuda. Sin ataduras. Sin cadenas. Libre.
De pronto se miro en el reflejo de un agua cristalina. Se poso al lado del lago escondido entre los árboles y se miro
Reconoció a una mujer bella. Se rió. ¿Bella? ¿Acoso se había vuelto loca volando? Seguramente el mareo de las alturas la había ensoñado y estaba mirando a otra.
No, volvió a mirarse. Esa belleza se parecía a una libertad sin fantasmas que te atan a un árbol, a una estaca puesta en el camino de la vida.
Se sintió libre, esa era la belleza. Y se pregunto muchas cosas.
¿Cuándo dejo de sentirse libre?
¿Dónde había dejado los sueños sin dormir?
¿Cuales eran esos miedos que no le permitían volar?
Y pensó en caminos sin salidas, en laberintos. En círculos que solo te llevan al mismo lugar.
Pensó en cuando perdió las ganas de volar. En cuando la atrapo el miedo.
Silencio.
Una recorrida fugaz por el bosque no era la vida.
Una recorrida audaz era solo eso. Un intento.
Pero el intento como dice Don Juan crea edificios para invitarnos a entrar en ellos y nos da las señales para no perdernos en su interior.
Este era un viaje hacia el encuentro de un espíritu libre.
Solo uno.
Águila resonante azul
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